Pero
la idea no se quedaría en el vacío a pesar de los fracasos. Así como se la
proponía, en un esfuerzo diplomático autodesignado, así comenzó una cruzada
para formar cuadros en pro de la independencia y la libertad de la América mestiza. La logia
“americana” que fundó en el marco de la masonería sería el mecanismo para
construir un poder difuso a lo largo de todo el continente americano que
completaría la tarea de liberar a los pueblos iberoamericanos del dominio
español. La Asociación ,
en los primeros instantes modesta, no tardó en agrupar a la totalidad de los
criollos que acudían a Europa para perfeccionar su educación o para ayudar a la
revolución. O’higgins, Montúfar y Rocafuerte de Quito, del Valle de Guatemala,
Monteagudo del Perú, Caro de Cuba, Servando Teresa Mier de México, Carrera de
Chile, Mariano Moreno de La
Plata , desfilaron ante Miranda para llevar sus mensajes a sus
patrias de origen. Bolívar, Nariño, San Martín, Alviar y Zapiola (estos tres
últimos, argentinos protagonistas de la emancipación de ese país) reanudaron
sus votos en su casa de Grafton Square. Usaba, a través de ese mecanismo, una
forma de hacer política verdaderamente innovativa para aquel momento histórico.
El enfrentarle al poder duro concentrado, el poder disperso en amplias redes de
relaciones. Como se puede verificar con el análisis histórico del proceso de
liberación hispanoamericana este no fue un conjunto de movimientos discretos,
coordinados tácitamente, por el contrario fue un movimiento sincronizado en el
cual simultáneamente se activaron estos cuadros a lo largo y ancho de este
inmenso espacio. Se pueden constatar las vinculaciones personales, establecidas
a través de la logia mirandina entre estos patricios que lideraron el proceso
de emancipación. Pero sin duda alguna, a pesar de las divergencias que
coyunturalmente se presentaron entre Simón Bolívar y Francisco de Miranda,
durante la primera fase de la guerra contra España en Caracas, fue el primero
quien adelantó en la práctica el proyecto unificador en América.
No
obstante, el proyecto bolivariano de homogenización de los pueblos mestizos de
América, no tenía la fundamentación idealista de él del Precursor. Tenía una
base práctica, que hoy se sustentaría en la noción del polo o polos externos
integradores. Ciertamente el establecimiento de la “Santa Alianza” conformada
por las monarquías absolutistas vencedoras en las guerras napoleónicas, se
planteaba como una amenaza a las repúblicas recién liberadas de América. Por lo
que tal riesgo hacía imperativa la unificación de esfuerzos para eliminarlo. Y
no solamente se trataba de la defensa frente a la posible ofensiva de esta
coalición reaccionaria. No se dejaba de considerar la posible coacción que
podrían ejercer sobre estas republicas el imperio brasilero y la emergente
federación norteamericana. Nótese que la convocatoria original a un Congreso en
Panamá –coincidencialmente sitio escogido por Miranda como centro del Incanato-
elaborada en Lima el 07 de Diciembre de 1824 (dos días antes de la Batalla de Ayacucho)
estaba dirigida a los gobiernos siguientes: el de Colombia La Grande , el de México, el de
Río de la Plata
(Argentina), el de Chile y, el de Guatemala (que jurisdiccionaba el istmo
centroamericano). En su inicio esta convocatoria se plantea como fin de ese
Congreso el obtener “un sistema de garantías que, en paz y guerra, sea el
escudo de nuestro nuevo destino…” en clara alusión al carácter defensivo que en
común tenían que asumir las comunidades políticas liberadas frente a la
realidad estratégica mundial del momento. Afirmaba el documento que ya de hecho
existía una confederación debido a los tratados de alianza y confederación firmados
con Colombia y México, el cual debía completarse cuando los restantes invitados
aceptaran la “accesión”. Sostenía la convocatoria que tal asociación era
“prodigiosamente” ventajosa, “si se contempla el cuadro que nos ofrece el mundo
político y, muy particularmente, el continente europeo”.
No
obstante su pragmatismo, el Congreso finalmente congregado, como resultado de
las negociaciones políticas internas, incluyó delegaciones de Brasil, Estado
Unidos de América e Inglaterra, justamente las potencias del cuadro
internacional presente, que aparecían como amenazantes a los pueblos recién
liberados. Era ya la influencia de un capitalismo incipiente, que el propio
Precursor ya denunciaba durante sus negociaciones con el Primer Ministro Pitt,
que en Venezuela ya estaban dejando huellas y que estarían en la base del
proceso secesionista que rompería a Colombia La Grande en 1830. De modo que
el proyecto anfictiónico bolivariano se frustraría del mismo modo que fracasó
el proyecto de la Colombeia
de Miranda. Y así la idea de la unificación de los pueblos iberoamericanos se
perdió, pues era la concepción de una “vanguardia ilustrada” que no tuvo la
capacidad de internalizarla en las masas populares.
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